adecosurdiario

A medio gas

Escrito el 27/07/2015 · en Actualidad, Noticias

El mercado de abastos de Federico Mayo sufre una importante crisis que ha hecho que sólo funcionen 6 de los 12 puestos Algunos ni se han llegado a licitar

Aunque a la mayoría de las personas no le gusta que ocurran este tipo de cosas, parece cada vez más inevitable. Tras su traslado al actual recinto junto al colegio público Federico Mayo en 2014 y con toda una vida de historia, el mercado de abastos de la zona Sur vive una absoluta crisis que parece incurable. A pesar del amor por la profesión que tienen los pocos comerciantes que siguen trabajando allí, el realismo les invade y saben, que tarde o temprano, acabará desapareciendo.

Los mercados de barrio están en decadencia, y eso es algo que cualquiera puede observar. Las posibilidades que ofrece un supermercado (cada vez hay más) en cuanto a calidad y precio están acabando de matar comercios como éste, en los que, al entrar, se observa un triste y desolado páramo sin apenas ruido y con casi la totalidad de los puestos con el candado echado.

Juan Manuel Galera de la Vega tiene 54 años y lleva trabajando 47 en el mercado. Cuando tenía 7 años comenzó de dependiente ayudando a Manuel Jiménez Bueno, un antiguo almacenero que le enseñó el oficio. Con el tiempo se hizo con un puesto en la plaza, y hasta el día de hoy. Toda una vida dedicada a una profesión que, dice, “tiene los días contados”. Según él, hay dos grandes problemas: por un lado, que el Ayuntamiento no saca los puestos a subasta y, por otro, la existencia de los nuevos grandes comercios que hacen que la gente vaya dejando de lado al comercio tradicional. “Es una verdadera pena que esto se pierda, y se perderá. El trato que tenemos aquí con la gente no tiene ni punto de comparación con el que se da en sitios donde pones las compras en la cinta, pagas y pasa el siguiente”.

Sin embargo, Juan Manuel también culpa en cierta medida a la gente. Pero no a los clientes, sino a los posibles comerciantes, que dice “parece que no quieren trabajar. No es culpa de la localización, la plaza está donde tiene que estar, pero hay gente que parece no querer abrir un puesto, cuando aquí lo tienes todo montado, tienes estanterías, peso, está subvencionado y sólo tienes que pagar los 50 euros del seguro de autónomo. No lo entiendo”. Resignado, manifiesta que a pesar de que tiene una hija con 19 años, no permitiría que entrara a trabajar en el mercado sabiendo cómo está el panorama. “No dejaré que mi hija entre aquí, porque sería perder tiempo y dinero. Cuando me jubile no tendré nadie a quien enseñar el oficio, por lo que cerraré, me iré a mi casa y esto se perderá”, señala.

Este comerciante tuvo la oportunidad de hablar el pasado martes con la alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez, a quien le achacó la responsabilidad de poner el resto de puestos en subasta, para así lograr reactivar el negocio y la clientela del recinto. La regidora municipal afirmó que haría todo lo posible por llevar a cabo su petición, pero que fue el anterior Ayuntamiento el verdadero culpable de la situación actual.

Tras estar en el antiguo mercado durante más de dos décadas, Mercedes Enríquez llegó también en octubre de 2014 al nuevo establecimiento del mercado de abastos de la zona Sur. Afirma que, aunque al principio no iba mal del todo, una serie de problemas hizo llegar al mercado a la situación en la que se encuentra hoy en día. La comerciante achaca la mayor parte de la culpa a los grandes supermercados de la ciudad. “Yo vivo cerca de uno y es normal que la gente vaya allí. Hay de todo, no tienen necesidad de venir a un sitio como éste. Si se quiere ir a un mercado de abastos, la gente prefiere irse al centro, que tiene líneas de autobuses desde todos lados y es el mercado por excelencia de la ciudad. Las plazas de barrio como ésta o la del barrio de La Plata van cayendo en picado”.

Según cuenta, Mercedes añora tiempos pasados, en los que todo el mundo iba a comprar allí. “Antiguamente esto era una barbaridad, se llenaba de gente y era incluso agobiante. Ahora, en cambio, salgo muy pronto, trabajo lo mínimo porque no hay apenas clientela. Vengo por las mañanas muy desmotivada, algo que nunca me había ocurrido”. Asegura que de todos los puestos posibles que hay en el espacio, sólo se abrieron 8, y dos de ellos se han visto obligados a cerrar, quedando únicamente 6. “Había una frutería aquí que llevaba 50 años funcionando, y ha tenido que cerrar. Igual que otro carnicero, que llevaba unos 24 años también se ha visto en la misma situación. Y como sigamos así, pronto llegarán los siguientes. Yo, mientras, estoy aguantando el tirón como puedo”.

Actualmente, esta comerciante es una de las que, con la esperanza de que el negocio vuelva a alzar el vuelo, pierde dinero continuamente y no obtiene ingresos de ningún tipo. Explica que se ve obligada a coger dinero de su casa, de las facturas de la luz y de otros pagos para poder mantener el puesto y hacer pedidos para su carnicería. “Lo único que he aprendido de esta situación es a pedir lo justo, para no tener que perder dinero ni que tirar alimentos a la basura. Pido para el día, lo que sé con seguridad que voy a vender, teniendo en cuenta que mis clientes son casi siempre los mismos. Hay veces que me siento psicóloga, pues las personas vienen y, además de comprar, me cuentan sus problemas, pero no me importa. Es más, me encanta mi trabajo y me encanta que sea así, pero claro, el dinero es el dinero”. Con esto último, la carnicera hace hincapié, como Juan Manuel Galera, en la cercanía con la que se trata a la gente en un mercado de estas características, en contraposición a las grandes superficies.

Mercedes tiene dos hijos, ambos parados en la actualidad, y como muchas otras personas, una casa que sacar adelante. Además de la tristeza que le supone el hecho de barajar la posibilidad de cerrar un negocio que tanto le gusta, atesora el agobio del sentimiento de una madre que no puede hacer milagros. “Tanto yo como la frutería de al lado hicimos el pasado lunes 25 euros en todo el día. No es que no salga rentable, es que es ridículo, y así no podemos seguir”.

A pesar de la reciente visita de Mamen Sánchez, quien prometió sanar el problema, la negatividad de los comerciantes sigue latente. “Hay que sacar ya los puestos a subasta y promover el pequeño negocio en la Zona Sur. La calidad de los productos de aquí es igual o superior que la de los supermercados”, finalizó Mercedes.

Un problema difícil de arreglar que pone de manifiesto una vez más la transición comercial que vive la ciudad.

Enlace de la noticia pinche aquí